Uno de los inconvenientes derivados de la reciente pandemia de covid-19 ha sido la dificultad para viajar. Como cualquiera puede imaginar, esto ha constituido una dificultad casi siempre insalvable para los proyectos de verano que desde hace tiempo viene organizando nuestra organización Proyde-Proega para sus voluntarios de verano. En nuestra organización, en concreto, dos veranos se nos han ido en blanco, desde el punto de vista del voluntariado solidario, por causa del dichoso coronavirus: los de 2020 y 2021.
Pero este verano de 2022 la situación sanitaria ha dado un respiro bastante considerable, de modo que algunos voluntarios, a base de audacia y tras rellenar mil y un formularios de todo tipo, han podido recuperar sus compromisos veraniegos y llevar adelante con ilusión un proyecto solidario
Es el caso de Periko Alkain y Jesús Mari Arrieta, dos lasalianos guipuzcoanos con amplia experiencia en esto de los proyectos solidarios de verano. Su objetivo ha sido el Centro Akwaba, de Abiyán, la capital administrativa de Costa de Marfil, que para ellos es ya muy conocido; no en vano para Periko era el quinto verano en que ha echado una mano en Akwaba, mientras que para Jesús Mari ha sido el tercero. Este año dedicaron a Akwaba el mes de julio completo.
Akwaba -‘bienvenido’ en lengua local- es un Centro de Acogida de niños de la calle dirigido por Hermanos de La Salle, con el que Proyde-Proega mantiene una estrecha colaboración desde hace años. Su objetivo fundamental es convencer a los niños para que abandonen la calle y se incorporen al Centro; así se podrá atender su salud, física y síquica, su formación básica y demás necesidades de un niño, y retornar, con el tiempo y la colaboración de los propios chicos, a algún núcleo familiar en el que sentirse acogidos y queridos, más allá de las posibles barbaridades en que como niños de la calle hayan podido participar. Para iniciar este proceso, varios monitores del Centro salen una vez a la semana en busca de niños de la calle; saben dónde se refugian, hablan con ellos y animan a los interesados a integrarse en Akwaba. Allí serán curados, alimentados, vestidos… y poco a poco se sentirán seguros, a gusto, y podrán comenzar su proceso de reinserción en la sociedad.
La labor de Periko y Jesús Mari durante el verano ha sido, fundamentalmente, colaborar en tareas escolares y organizar actividades lúdico-deportivas y juegos varios, de manera que los chicos se divirtieran y, al mismo tiempo, fueran desarrollando distintos valores provechosos para la vida en sociedad: apoyo mutuo, ayuda, confianza, solidaridad, creatividad, colaboración, etc. Para poder trabajar en condiciones se llevaron de Guipúzcoa todo un cargamento de pelotas, gomas, globos, delantales, canicas, cartas, etc., que les han venido de perlas. Además, en muchas de estas actividades, por ejemplo, en la escuela de verano y en el deporte, invitaban también a niños y niñas del barrio, Abobo, un suburbio marginal que acoge en pésimas condiciones entorno a un millón de personas, gran parte de ellas niños/as y jóvenes. Imagine aquí cada cual lo que quiera: delincuencia, violencia, droga, prostitución, inseguridad… Por lo que Periko y Jesús Mari cuentan, todo salió a pedir de boca, aunque seguro que se guardan para sí esos momentos en los que les tocó mantener la calma, improvisar, tragar saliva y hacer como que todo estaba en orden…
El remate del mes fue la acampada de cinco días que organizaron a unos 20 kilómetros de la ciudad. Participaron en ella los cincuenta chavales de Akwaba, que hicieron la experiencia de vivir y dormir en tiendas de campaña y jugar durante el día a juegos que normalmente no se organizan en casa -kermeses, búsqueda del tesoro…- y, por la noche, animar fuegos de campamento en que los podían lucirse con sus tambores y sus bailes, como artistas consumados que son. Fantástica experiencia, aseguran…. Al final del campamento, quienes tenían ya algún familiar comprometido pudieron ir a pasar las vacaciones con él, y los trece chicos que todavía estaban en proceso de integración familiar regresaron al Centro, para pasar allí el resto de las vacaciones.
Al final del proyecto tanto Periko como Jesús Mari regresaron prácticamente de vacío, encantados de la vida, contando un montón de anécdotas de todo tipo. Y, sobre todo, con la sensación de haber realizado una labor necesaria: por lo que ellos han aportado a aquellos niños y a sus monitores, y también -¿sobre todo?- por lo que la experiencia les ha enseñado sobre sus propias personas y sobre la vida en general. Y es que no hay duda: Akwaba cambia a las personas…
Ahora a pensar en el próximo verano, que llegará antes de que nos demos cuenta, cargado de proyectos solidarios en busca de manos generosas que los lleven a cabo…